Creo que estoy hace cinco o seis años. Un día venía caminando del Mercado del Puerto y entro a lo de Vásquez y me dice que está para alquilar el local de al lado .. Y bueno, entre Walter y él me convencieron. En realidad me atrajo mucho la idea. Pensé que estaba bueno tener un taller en un lugar abierto a la calle, donde circula mucha gente, donde hay mucho movimiento, donde siempre hubo mov-imiento

de cafés, de lugares, de música … y eso que recién empezaba el paseo cultural. Y la verdad es fue una acertada total. Acá soy la vecina, todos me saludan. Es mi barrio este.

Lo de los talleres que dan a la calle empezó con Vásquez y yo seguí. Y bueno, como nos fue bien y lo transmitimos, la gente por suerte se fue animando.

Acá se da un intercambio con la gente tan bueno que en definitiva, a la larga, te das cuenta de que tenés una labor docente o didáctica.

La gente ve al artista como una persona, como un oficio, como una persona que está ahí laburando y que también te puede vender una obra. Creo que eso ha provocado un acercamiento y un interés de la gente. Y eso es algo muy bueno para la gente y muy bueno para el artista.

Yo vengo de una conjunción de lo artesanal y de lo plástico que hoy en día por suerte están super integradas, o integrándose cada vez más. Trabajo con muchos materiales: desde el plástico hasta la lana. Pinto al óleo, trabajo en papel. Trabajo cantidad de materiales y creo que eso también es bastante atractivo para la gente. O trabajo sobre un libro con una escena. Es que yo investigo mucho. Soy

autodidacta y tengo una formación muy ecléctica. Todo lo aprendo con libros y miro una cosa y otra y pruebo técnicas y averiguo ... Me gusta que la gente venga. Creo que está bueno eso de hablarle a la gente, mostrarle lo que hacés. He tenido cantidad de visitas de escuelas, de chiquilines que han pasado y han traído a sus maestras! ... O sea, hay mucho interés. Yo estoy convencida de que la gente tiene mucha sensibilidad y bueno, la sociedad a veces se encarga de sofocar esa necesidad o de adormecerla.

El trabajo con los gurises empezó creo que al año siguiente. Como espontáneamente los chiquilines entraban y curiosos querían pintar yo les daba una hoja. Al final eran tres, cuatro, cinco y les terminé diciendo “vengan todos juntos porque me tienen atomizada!”. Y claro eran chiquilines de los que estaban pidiendo. Algunos en situación de calle, otros de las pensiones ... Y la cuestión es que vino un

canal de televisión ... y por suerte la hija de unos conocidos míos, Lucía Nigro, lo vió y al otro día ya me llamó para ver si podía ayudar y durante dos años no me permitió ni siquiera pagarle el ómnibus. Todos los jueves. E iban cambiando los gurises pero fue un trabajo brutal, pero lindo.

Entrevista / julio de 2004.