El edificio más o menos se calcula que tiene 150 años. Fue el primer edificio que se hizo acá en todo este contorno.

Acá vivió, siendo casa, un tal Brito del Pino, un político.

Cuando nosotros compramos el lugar ya era confitería y se le habían hecho reformas, pero la reforma se hizo total. Y bueno, va para 35 años que estoy acá en la Ciudad Vieja. Acá había 26 personas trabajando y se vendía mucho bizcocho, mucho. Era todo confitería. Todavía se trabajaba y se trabajaba. Y ahora estamos como está todo. Peleando, peleando y nada más. Un poco ha repuntado. Siempre un negocio familiar. Mi esposa falleció y mis hijos trabajan acá conmigo. Yo estoy a cargo.

Trabajé de empleado y después tuve panadería. Tuve otra panadería que la vendí y me vine para acá. Acá compré... o sea, la confitería y compré el edificio. Bueno, y ahí luchando, ya les digo hubo que reformar todo. Desde rehacer el horno, hasta pisos,

Y yo hice la casa arriba, porque arriba no estaba edificado.

Bueno, acá lo que serían, lo que hacíamos nosotros ya no se hace más... eran los “cabeza pelada”. Es una bocha que lleva una base de almendra y luego lleva el merengue a la italiana y luego se baña con caramelo y después un adornito con higo y nada más. Dicen

que era muy rico, nunca lo probé. Acá eso no lo hacía nadie, lo hacía mi mujer.

El nombre de la confitería El Louvre siempre se mantuvo. Decidimos mantenerlo porque era de muchos, muchos años.

Acá se hacía todo, bombones, todo. Y yo les digo que hay una cantidad de gente con edad que cuando le digan va a decir “Uh!! Yo iba a comprar esto y lo otro”. Y bueno, después el que había era un postre que se llamaba El Louvre, que era con sambayón,

bizcochuelo y mojado con vino. Después también se hacía todos los días el Saint Honoré. El Louvre, el Saint Honoré y el Cabeza Pelada, que era el que más se vendía y mayormente en las fiestas.

Entrevista / mayo de 2004.