Gustavo Vázquez. Piedras 273.
Daniel Sosa / CdF
©Daniel Sosa / CMDF
Contemporánea

 La Ciudad Vieja llegó a mi siempre. Siempre me provocó. La conocí desde chico y siempre me atrajo. Inclusive mis padres habían nacido en Ciudad Vieja. Por otra parte en mi adolescencia venía de Pocitos a nadar al Neptuno. Aquí aprendí a nadar. Entonces salías con la mochila con la ropa mojada y vagabundeabas un poco. Mis tendencias artísticas siempre estuvieron. Siempre amé la cosa vieja: las fachadas, los dinteles, las puertas, la herrería. Y ya de más grande, muchas veces venía a un vagabundeo estético, con cámara de fotos o sin cámara a andar mirando fachadas.

Un recorrido que era muy atractivo. Y después pasó a ser comparado porque tuve la suerte de muy joven de hacer un viaje de estudios de siete meses con la Academia de Bellas Artes y entonces después ahí hay una revisión de Montevideo, comparándolo con lugares muy lindos que habíamos admirado en Europa y viendo que esto tenía tanto de lindo como aquello ... Cada vez lo veíamos más en deterioro. Nos apenaba horriblemente ver cómo iban desapareciendo espacios, se iban destruyendo, se iban re-trabajando mal. Que no había conciencia de lo que era. Vi con dolor cuando desapareció el Mercado detrás de donde está El Palacio Estévez. Era un mercado distinto a este porque era de estilo de columnatas, medio onda Partenón. Y eso lo volaron y protestaron en esa época. Yo era de los jóvenes que protestaba, pero había veteranos muy formados -arquitectos, artistas- que, bueno, como siempre, fueron los que llamaron la atención sobre eso pero no nos dieron bola. No recuerdo qué gobierno estaba en ese momento. Lo tiraron alegando que había ratas. Una cosa preciosa, que sería un atractivo turístico. Había varios ... estaba el Restoran Morini, había

depósitos de verduras, de granos, de las cosas que se trabajaban en los puestos del mercado y ya varios pintores habían tenido acceso a talleres, a lugares que estaban en semi abandono. Y ahí tenía el atelier Leopoldo Novoa, un veterano que vive en Francia ahora que es el que hizo el mural del Cerro, del estadio del Cerro. Estaba Leopoldo, estaba Manolo Lima, otro que es ya fallecido … En fin, todos soñábamos con tener un tallercito en ese lugar, pero lo tiraron e hicieron la porquería que hay hoy que no tiene estética ninguna, no pega con nada ... y bueno, una de esas cosas tristes de Montevideo. Finalmente vimos que un día se hizo la Comisión de Ciudad Vieja, hace un relevamiento y salvan, bueno declaran bienes

patrimoniales, que no se pueden tocar felizmente y bueno, a partir de ahí se empieza a restaurar y se empieza a tomar conciencia. Bueno, relacionado ahora con el taller, en uno de esos vagabundeos míos por Ciudad Vieja me encontré con este espacio. Me acuerdo muy bien que estaban unos italianos vidrieros que hacían espejos en el fondo. De Caroli se llamaban. Así como yo tengo este delantal de tela, ellos tenían de cuero, para no cortarse con los vidrios. Y me encantó ... Me fascinó. Dije ‘qué divino espacio para un taller’. Qué lindo. Era lo que más se parecía a esos ateliers que yo había visto en Europa. Sobre todo los talleres parisinos que era los que conocía.”

 

Entrevista / julio de 2004.

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