Durante los primeros años de mi infancia vivíamos muy tranquilamente. Esa manzana que ahora ves verde no era verde, era mi casa. Vivíamos cerca de Las Bóvedas.

Y ahí pasó mi infancia, que yo la pase muy bien. No me hacía nada no tener bicicleta y que no me dejaran salir. Iba a los partidos de las Bóvedas, que si no íbamos a los partidos de las Bóvedas nos moríamos. La hinchada de las Bóvedas es particular, completa-mente distinta a la de Waston. La mayoría de los muchachos que juegan en el Waston son todos despachantes de Aduanas o hijos de despachantes de Aduana y en el barrio nuestro era otra cosa diferente. Pero bueno, era peculiar pero la familia siempre seguía las actividades del club. Inclusive hoy, por más que durante el año tengo mil cosas, cuando me dijeron que las Bóvedas se iba a tener que cerrar, me metí en la directiva y se metió mi marido.

Más adelante, en la zona de Las Bóvedas empezó todo el tema de la prostitución de gurisas muy jóvenes que venían del Interior y ciertos episodios como la muerte de un señor en la esquina de mi casa que nos llevaron a mudarnos. Eso era antes de la dictadura en el año de las elecciones. Después de todo eso nos fuimos a vivir a Colón y Reconquista cuando yo tenía catorce años hasta que me casé a los dieciocho y fuimos con mi esposo a vivir al Reducto. Cuando mi hija tenía un año nos volvimos a vivir a la casa que está allá al lado. Nos quedamos acá y nunca más nos fuimos. Y si mañana me saco el cinco de oro tampoco me voy me quedo acá y arreglo toda esta casa. Nunca me iría de acá.

La Ciudad Vieja es un barrio raro, que parece que no hay nadie, que parece que está muerto, que parece un montón de cosas. Sin embargo, todo pasó en la Ciudad Vieja, nació Artigas y la quedó la Hermana de la Coneja.

Entrevista / noviembre de 2005.